sábado, 15 de abril de 2017

Debajo de la cama

Me encontraba con mis dos hermanos en mi habitación jugando mientras mis padres habían salido a cenar y volverían muy tarde, es por ello que aprovechamos ese tiempo en el que nunca nos dejaban quedarnos despiertos hasta tan tarde para poder divertirnos lo máximo posible.

Mi hermano del medio y yo nos encontrábamos jugando a la computadora, mientras que el más chico estaba jugando con una pelota dentro de la habitación, lo cual era bastante molesto debido al ruido que hacía y que frecuentemente tiraba ciertas cosas, es por ello que muchas veces le dije que utilizara otra cosa para jugar, pero no me hizo caso, incluso le advertí que le iba a contar un cuento de miedo para que de esa manera se atemorizara, pero no me hizo caso.

En un momento se le cayó la pelota debajo de la cama, y nos pidió que la sacáramos porque tenía miedo, pero nosotros no le hicimos caso e incluso le dijimos que la busque él mismo si ls quería.

Luego de pasar mucho tiempo jugando a unos juegos que tenía en mi computadora, le pregunté a mi hermano del medio dónde se encontraba el menor, debido que hace tiempo que no lo escuchaba, y no supo responderme ya que tampoco sabía. Le dije que lo fuera a buscar a la cocina y yo lo iba a buscar afuera de la casa, pero al bajar de la silla en donde me encontraba pensé que quizás estaba escondido en algún lugar, por lo que me acerque a la cama en donde se le había caído la pelota y escuche un ruido, por lo que supe que era él.

Incluso al pararme al lado de la cama él me empezó a tocar el tobillo del pie con su mano, pensando que me iba a asustar, ya que siempre lo hacía asustar con mis cuentos de terror. Algo que no le presté atención, hasta el momento en que escuché a mi otro hermano que me gritó: “Aquí está viendo televisión en la cocina”.

Esta historia nunca será vieja. Para los que nunca la han oído...

Erase una vez un niño el cual seguidamente se quedaba solo en su casa,sus padres estaban muy ocupados en cosas referentes al trabajo.

Un día los padres del niño deciden regalarle un perrito al niño,al niño le encantó el detalle,y enseguida se convirtieron en compañeros inseparables.

Una noche lluviosa,el niño se encontraba durmiendo,cuando de repente escucha un ruido extraño,se asemejaba a arañazos,el no hace caso al ruido y para sentir sensación de seguridad,baja su mano bajo la cama para que su perro se la lama.

Más tarde de nuevo escucha el ruido,nuevamente no hace caso ninguno,de nuevo baja la mano bajo la cama para que el perro se la lama

Hasta que mas tarde escucha algo diferente, goteras y ahí se levanta a ver que es lo que sucede,los ruidos provenían del baño,al entrar al baño,encuentra lo inesperado. Los arañazos que había escuchado eran los de su perro que estaba en sus últimos momentos dando todas sus fuerzas para no morir ahorcado,sus uñas rozaban el suelo al estar colgado.

Y las goteras eran la sangre de los ojos del perro que se hallaban medio salientes a consecuencia de el ahorcamiento,pero lo más aterrador era que en el espejo estaba escrito con sangre.

"No solo los perros lamen".

viernes, 14 de abril de 2017

Huéspedes malditos

Se mudaba la familia con mucha ilusión a una derruida casa, la cual a pesar de su mal estado, significaba mucho para ellos, ya que esto les abría las puertas a una nueva vida. En su primera noche, por fuerza de la costumbre, se acomodaron los seis hijos en el mismo cuarto; aquel con un gran árbol junto a la ventana. Aunque la emoción de su nuevo hogar era mucha, mayor era el cansancio y cayeron todos dormidos. Cercana la media noche, un ruido constante y rítmico, despertó al padre; él fue directo a la habitación de los chicos con intención de reprenderlos por seguir despiertos, sin embargo, no fue capaz si quiera de llegar a la puerta. A la mitad del pasillo, la luz de la Luna fue suficiente para revelarle la figura de una persona colgada en el centro del cuarto, meciéndose aún, y chocando sus flácidos pies contra la pared. Pensando en no alarmar a su familia, quiso tragarse las emociones, pero la idea de que el colgado fuera alguno de sus hijos, le sacudió el cuerpo, sin ser capaz de contener los gritos. Los chicos saltaron alarmados ante aquellos alaridos y uno de ellos encendió las luces mientras los demás se abrazaban temerosos. Ya con la habitación iluminada, la temible silueta pendiendo de una soga había desaparecido, y el señor se fue calmando de a poco. Igual esa noche, les prohibió quedarse ahí, los llevó consigo al cuarto contiguo, donde pasó toda la noche en vela, nervioso, comiéndose las uñas y desesperado porque amaneciera. Pero quería el destino que la noche se tornara eterna, y el pobre hombre angustiado escuchara retumbar en sus oídos, aquellos pies golpeando el muro. Cuando reunió valor para presenciar la escena de nuevo, fue a investigar, pero en esta ocasión, el escandalo lo provocaba un joven debilucho y malhumorado, abriéndole la cabeza a una chica con un bate. Esta vez, el señor tenía la calma suficiente para encender la luz, logrando que aquellas visiones se fueran; entendiendo también, que esto era una solución temporal. La cual al paso de los minutos resultó mala idea, pues los espectros se trasladaron hasta la habitación que ahora ocupaban. Una anciana cargando un hacha, y arrastrando un bulto sanguinolento, atravesó el portal, y bañó de sangre los cuerpos de los niños que dormían en el suelo. Horrorizado, el hombre encendió la luz, el espíritu desapareció junto con su víctima y llevándose sus rastros. En un arranque de aparente locura, el individuo fue iluminando cada rincón, ante las miradas confundidas de sus familiares. Noche tras noche sucedió lo mismo. Las macabras escenas de muerte se presentaban cerca de las doce, a veces el hombre alcanzaba a iluminar toda la casa a escondidas de su durmiente familia, pero en otras se veía envuelto en esa terrible historia de terror lacual no comprendía, pues según le dijeron en esa casa habitó una dulce anciana acompañada de un enfermizo y agradable nieto. Pero, solo se conoce de verdad a las personas cuándo se vive con ellas, sin importar que ya pertenezcan al mundo de los muertos. Eso solo lo dejaban con opciones: llevarse a su familia de ahí o aprender a convivir con sus huéspedes malditos.

El juego de la llamada

Antes de que te explique las reglas del juego hay una serie de requisitos que es obligatorio cumplir. Primero, tienes que estar completamente solo en casa; si hay alguien más no sucederá nada. Segundo, debes realizarlo bien entrada la noche, más allá de las doce. Y, por último, tienes que asegurarte de tener dos teléfonos en casa. Estos dos teléfonos tienen que que ser de tu propiedad, no pueden ser de un amigo o de un familiar, y da igual si son teléfonos móviles o fijos siempre y cuando solo tú tengas control sobre ellos. Una vez hayas cumplido estos requisitos, necesitarás dos cuartos para poder jugar, y ambos cuartos tienen que estar iluminados (el resto de la casa no). Por razones que explicaré más adelante, asegúrate de que haya cierta distancia entre los cuartos o lo pasarás verdaderamente mal. Después, deja uno de los teléfonos en un cuarto, cierra la puerta y ve a la otra habitación. Una vez estés allí con el teléfono que haya sobrado, comienza a llamar al otro cuarto. Si a los diez tonos no ha ocurrido nada, mala suerte: cuelga la llamada e inténtalo otro día. Si alguien llama a alguno de los teléfonos o suena algún mensaje entrante, el experimento finalizará. Por el contrario, si alguien ha acudido a la llamada, oirás un silencio mortificante, seguido por extraños susurros y sonidos parecidos a muebles moviéndose. No te asustes, y por lo que más quieras no cuelgues la llamada, ya que la persona que está al otro lado de la línea lo verá como de muy mala educación. Una voz muy gutural pero manejando de forma perfecta el idioma te saludará de manera muy cordial e iniciará una conversación. Primero te preguntará cosas triviales, pero cuando los minutos vayan avanzando te pedirá cosas más y más personales que te verás obligado a contestar por parecer bien educado. Llegará un momento en el que te preguntará dónde está tu cuarto, y tú, habiendo caído en su manipulación (hazme caso, su poder de convencimiento es increíble), se lo dirás. No importa que corras ni que te intentes resistir, no habrá manera de que puedas sobrevivir a eso. Por cierto, si en medio de la conversación le mientes diciendo que tienes poca batería o poca cobertura, no se lo tomará nada bien, y si de hecho te quedas sin batería… bueno, digamos que cortar una conversación es ser muy irrespetuoso. Ten la suficiente fortaleza como para no llegar al extremo de revelar en dónde estás: pídele, por el contrario, jugar a un juego. Aquí viene la parte más difícil; lo de antes no era nada comparado con lo que viene ahora. El espectro va a salir de su cuarto y va a comenzar a recorrer la casa, buscándote. Tocará varias veces la puerta de una habitación, dirá: «¿Estás ahí?», y entrará. Créeme cuando te digo que sentirás de forma asfixiante una presencia cada vez más y más cerca de ti, podrás incluso oír sus pisadas por el pasillo mientras te busca. Rápidamente, apaga la luz de tu cuarto, escóndete y quédate completamente quieto. No apagues el móvil ni finalices la llamada, solo no hables. Asegúrate de estar bien escondido y no hacer ningún ruido. Cuando tu invitado toque la puerta, pregunte por ti y entre, sentirás un deseo increíble de salir de tu escondite para acabar con tu angustia. No lo hagas. Por lo que más quieras, por muy mal que te encuentres, por que sientas que la presencia es demasiado fuerte para aguantarla, no salgas de tu escondite. El espectro solo se quedará un minuto o así en tu cuarto hasta que decida cerrar la puerta y volver a su sitio. Una vez lo hayas oído regresar a la otra sala iluminada, sal de tu escondite con total confianza. Tu interlocutor dirá que ha disfrutado mucho contigo, pero que desgraciadamente se tiene que marchar. Agradécele la conversación que habéis tenido y espera a que cuelgue. Todavía no enciendas las luces de toda tu casa ni te vayas de donde estás: has sufrido mucho, así que vas a ser recompensado. Pocos minutos después de que haya finalizado el juego, recibirás una llamada del otro teléfono. Contesta o si no todo lo mal que lo has pasado habrá sido en vano (quitando esto, no serás castigado por no contestar). Una vez que lo hayas cogido, oirás una voz monótona que dirá: «Seleccione su premio». Si pulsas el uno, podrás escuchar algo muy revelador sobre tu futuro (que podrás alterar o dejarlo como está). Si pulsas el dos, escucharás algo secreto sobre ti que desconocías por completo y que cambiará tu vida. Si pulsas el tres, recibirás una pequeña habilidad que será traducida en la buena suerte. No serán cosas increíbles como ganar la lotería o encontrar al amor de tu vida, pero sí pequeñas casualidades que salvarán tu día a día: encontrar una pequeña cantidad de dinero por la calle, aprobar un examen para el que apenas estudiaste… Cosas de ese estilo. Si pulsas el cuatro, tus heridas (e incluso quemaduras) cicatrizarán con sorprendente facilidad. Si pulsas el cinco, la persona a la que amas también se enamorará perdidamente de ti. Si pulsas el seis, al día siguiente, en el que cuarto en el que se hallaba el espectro, encontrarás un objeto que siempre deseaste (de nuevo, nada espectacular como un descapotable, pero sí cosas como un ordenador mejor, unos billetes de avión para un viaje…). Una vez que hayas elegido, la llamada terminará automáticamente. Recoge el otro teléfono, enciende las luces y sigue tu vida con normalidad. Si estás pensando en hacer el juego seis veces para obtener todos los premios, la segunda vez que lo intentes la manipulación que ejercerá sobre ti tu interlocutor será ya imposible de evitar, así que no te sugiero que lo sigas intentando

La pequeña y su muñeca

"¡Mamá, quiero esa muñeca!" Dijo la pequeña Isabel totalmente nerviosa por tener una nueva muñeca. "Volveremos mañana para comprártela, ¿vale? pero recuérdamelo, Isabel" le contestó su madre en la misma tienda de antigüedades. Isabel tenía sólo siete años y medio, pero ella podía tener todo lo que le gustaba gracias a su mirada de pena que les ponía a sus padres. Esa misma noche, la pequeña tuvo dificultades para dormirse ya que sólo pensaba en su futura nueva muñeca. Incluso si tenía un brazo menos, era la muñeca de porcelana más bonita que había visto nunca. Ella tenía muchas, pero esa iba a ser la más bonita de su colección. A la mañana siguiente, Isabel desayunó viendo sus dibujos favoritos, como cada mañana. Había soñado tanto con su muñeca que tenía sueño, estaba cansada y ya no quería esa muñeca. Ya no le gustaba. Así que pasó el día entretenida con otras cosas y no le recordó a su madre que tenían que ir a por la muñeca, porque ya no la deseaba. Llegó la noche e Isabel fue a acostarse al piso de arriba. Ella tenía miedo de estar arriba sola, así que su madre subía con ella y se ponía en la habitación de al lado a coser. Una media hora más tarde de haberse acostado, una voz aguda despertó a la niña susurrándole al oído: "Subo 1, 2, 3 escalones..." La pequeña Isabel gritó asustada llamando a su madre: "Mamá, hay alguien en la escalera que hace ruido" Su madre la tranquilizó diciendo que no había nada en absoluto. En cuanto la madre abandonó la habitación, Isabel volvió a oír ese susurro que le dijo "Subo 4, 5, 6 escalones..." De nuevo Isabel llamó a su madre. Su madre le volvió a contestar que se tranquilizara, que sería el ruido del frigorífico. Pero la pequeña voz continuó subiendo las escaleras: "Subo 7, 8, 9, 10 escalones y ya estoy en el pasillo", repitió la pequeña voz con una risa sarcástica. A la mañana siguiente, la madre de Isabel se sorprendió de despertarse antes de ella. Pero pensó en las dificultades que había tenido para dormirse y pensó que estaría cansada. Pero transcurrida una hora le pareció raro que aún no se hubiera despertado, por lo que subió a ver cómo estaba su hija. La madre gritó con terror viendo a su hija ahogada en su propia sangre y apuñalada más de 17 veces, con el brazo arrancado y viendo a esa pequeña y adorable muñeca de la tienda de antigüedades con el brazo de su hija como sustituto del suyo.

La Ouija

Estábamos jugando a la Ouija con Daniela y Rigoberto, eran las 12:48 y ya habíamos terminado la sesión. Fueron largos 48 minutos de escalofrío y curiosidad, nada interesante, nada. En absoluto, no pasó nada. Ahora me doy cuenta que la Ouija siempre fue una farsa. Martes 9 de diciembre del 2006: Rigoberto es un terco, me ha insistido a que juguemos a la Ouija otra vez. Le pregunté a Daniela y me dijo que le daba lo mismo, así que en la noche nos juntaríamos otra vez. 12:00 Pm en la noche: Mis padres habían salido, mi casa estaba oscura, sólo unas cuantas velas nos daban luz. La noche era perfecta para la sesión de Ouija. Empezamos a hacer los rituales habituales cuando empezó a pasar el tiempo. Abrimos la puerta del más allá y Rigoberto se puso raro. ¿Qué le pasa?, le pregunté a Daniela. Rigoberto se paró y dijo que iba a vomitar al baño, pues estaba mareado. Empezamos a escuchar una voz del baño, parece que estaba hablando solo. Tuve que ir a verlo y cuando entré, lo vi hablando con el espejo. ¿Qué te pasa?, pareces un loco. Nada, estaba viéndome al espejo, parece que estoy pálido. ¿Y porque hablabas? Yo no he hablado. No había caso, me juraba que según él, no estaba hablando. Tuve que callar. Miércoles 10 de diciembre del 2006: Hoy fue un día muy malo, Primero cuando estábamos en clase, Rigoberto empezó a portarse mal y la profesora le llamó la atención. Rigoberto la insultó y lo suspendieron. No sé qué le pasa, está muy raro últimamente. Jueves 11 de diciembre de 2006: He traído el diario al colegio, estoy espiando a Rigoberto, está portándose muy raro. Es recreo. Lo estoy siguiendo, por ahora solo va caminando por el pasillo. Hey, ha chocado con alguien, están discutiendo, parece que va a haber pelea. Después sigo escribiendo, han tocado la campana. Segundo recreo: Se ha armado la pelea, los alumnos han formado un círculo y Rigoberto y el otro tipo van a pelear, esto esta bueno. Oh!, el tipo le ha dado un puñetazo a Rigoberto... ¡Qué mierda!, Rigoberto ha sacado una cuchilla, ¿Que?... El 24 de Agosto, este diario fue encontrado botado por los alrededores del colegio que fue cerrado, estas páginas no alcanzan a contar el desenlace de esta historia, pero yo soy uno de los sobrevivientes de la tragedia. Me llamo Raymundo, y vi todo lo que pasó, asi que, he querido escribirlo aquí, pues quiero que el que esté leyendo esto, lo sepa, sepa lo que pasó ese día... Rigoberto sostenía el cuchillo, y se lo clavó en el cuello al "tipo", después fue matando a todos los del círculo y a los que corrían, los perseguía cuchillo en mano. Yo estaba debajo de la escalera, me había alcanzado a refugiar. Rigoberto también mató a su amigo, el dueño del diario, clavándole el cuchillo en la frente. Después llegaron las autoridades del colegio y asesinó a todos los profesores. El colegio estaba lleno de sangre y cadáveres. Era un verdadero infierno, y ese demonio, ese chico, con el cuchillo en la mano y la camisa del colegio llena de sangre. El director logró sostener del brazo al niño y le arrebató el cuchillo, pero este, corrió hacia los baños, se encerró en una cabina y se suicidó. Nadie sabe qué le pasó a Rigoberto, porqué, ese cambio tan repentino. Pero después de yo haber leído tantas veces este diario, he llegado a la conclusión que la Ouija fue lo que le hizo mal…

¿Quieres Jugar Conmigo?

Veo mi presente tan color de rosas. Entrevistas, programas de radio, reportajes y un sinfín de charlas que he dado a lo largo de los años exponiendo mi caso me han dado el bienestar que tengo hoy en día… pero cada vez que debo hablar del tema me sigue consumiendo el miedo. Aún recuerdo cuando tenía mi brazo izquierdo… maldición, de solo pensarlo se me acelera el corazón. Ahora, escribiendo mi experiencia para un diario importante del país, volveré a contar qué fue lo que ocurrió aquel día. No, no solo fue cuestión de un día. Primero que nada me presentaré ante todos: Soy Sergio Acevedo, un viejo jubilado de ya 65 años. He tenido la “suerte” de vivir algo terrorífico en mi adolescencia, cosa que me hizo dedicarme de lleno al mundo del terror, pero en ningún proyecto de los que he trabajado me ha puesto los pelos de punta como mi… trauma. Los contextualizaré un poco. En esos años vivía en un pequeño pueblo junto a mi madre. Mi padre había fallecido por un cáncer mal tratado. Con lo poco que teníamos pude estudiar. Siempre intenté ayudar a mi madre en lo que pude, pero cuando quería buscar un trabajo después de clases siempre me decía lo mismo: “Descansa hijo. Debes ser el mejor de la clase para que cuando tengas hijos no pasen por lo mismo”. Claro, con esa frase más ganas me daban de traer un poco de dinero extra en a la casa. Vivíamos de oficios que hacía ella, como por ejemplo lavar la ropa de los vecinos, cuidarle los bebés, etc. Era toda una luchadora. Pero bueno, volvamos al tema central. Cuando yo tenía solo 14 años recuerdo que hubo un fatal incendio, el cual consumió por completo una casa. Murió casi toda la familia que allí vivía, excepto una pequeña niña llamada Diana. Esa escena jamás la olvidaré… venía saliendo del colegio y me topé con un grupo inmenso de gente. Se escuchaban gritos desde muy lejos y el olor a cenizas lo podíamos sentir desde la sala de clases. La casa era casi como una mansión, le pertenecía a una familia de mucho dinero. La verdad nunca se supo la causa real del incendio. Solo el cuerpo de la sirvienta fue encontrado, los demás no. Como decía antes, salí del colegio corriendo para ver la escena y lo que más me impacto fue la cara de la pequeña Diana. No lloraba, no tenía cara de tristeza ni nada por el estilo. Era como si no tuviese sentimientos. Obviamente ante tal fatídico hecho se hizo un funeral en el cual todo el pueblo fue partícipe. El tema de los ataúdes fue algo simbólico, pues no había nada adentro. Fue extraño, todos lloraban. El sentimiento de dolor, angustia, pena e impotencia estaba en el cuerpo de todos, menos en el de Diana. Cuando le tocó a ella despedirse estoy seguro haber sido el único en darme cuenta de su expresión facial. Me aterró ver cómo, al acercarse a los ataúdes, se dibujó una escueta sonrisa casi diabólica. No tenía sentido, Diana tenía solo 10 años… ¡Debió haber estado llorando a mares! Luego de todo esto, Diana no podía quedarse sola, así que una familia la adoptó. Ella no se resistió, pero tampoco respondía. Los pseudopsicólogos que había en el pueblo nunca pudieron conectar con la pequeña. Se resistía a hablar. Pasó el tiempo y me había olvidado casi por completo del tema, hasta que ocurrió un hecho bastante extraño en el pueblo: Un chico del colegio había desaparecido. Las “autoridades” del pueblo investigaron todo lo que pudieron, pero no hallaron pista alguna. Los vecinos hacían búsquedas grupales por los alrededores del pueblo… sin ningún resultado. Era como si se hubiese esfumado por arte de magia. ¡Ja! Ojalá hubiese sido magia. Lo extraño siguió ocurriendo, esta vez en la casa de la familia adoptiva de Diana. De vez en cuando se escuchaban discusiones al interior de su hogar. Gritos de Diana eran muy recurrentes. El pueblo era pequeño así que se escuchaba en casi todas las casas. Todo esto pasaba y yo casi no me enteraba. La verdad, no me interesaba en lo más mínimo, hasta un día que me la topé cuando salía de clases. Recuerdo que iba camino a mi casa cuando se escucharon unos gritos de niña a lo lejos, pasaron unos minutos y Diana estaba corriendo en dirección a mí. Cuando estaba cerca la frené y le pregunté qué ocurría. Me miró y no dijo nada. “¿Necesitas ayuda o algo?”, pero me miraba fijamente a los ojos sin decir nada. Cuando me sentí incómodo y me disponía a seguir mi camino me dijo: “¿Quieres jugar conmigo?”. En el momento sentí ternura por ella y acepté. Me llevó a su casa y me recibieron muy felizmente. Demasiado diría yo: “¡Qué sorpresa! Es segunda vez que alguien habla con Diana. Quédate el tiempo que quieras, te serviremos lo que desees”, me decía su madre adoptiva. En ese momento me di cuenta que la familia que la había adoptado era de una situación económica bastante similar a la de sus difuntos padres. Le acepté gentilmente su ofrecimiento y Diana me esperaba en una habitación llena de juguetes. Estuvimos allí un buen rato, hasta que me di cuenta que era hora de irme a casa. “¿Vendrás mañana, verdad?”. Me parecía una buena niña, así que mi respuesta fue afirmativa. La verdad es que no me incomodaba jugar con una niña como ella. Además, lo hacía porque me daba pena su historia y al parecer no tenía amigos. Lo que me intrigaba era qué había pasado con su antiguo amiguito, y un día mi interrogante fue aclarada por la madre adoptiva: “Diana solía juntarse algunos días con Santiago, el pequeño que desapareció hace poco”. Ya me quedaba claro, su vida era desgracia tras desgracia, así que seguí yendo a su casa después del colegio. Hubo un solo problema, Diana era muy insistente, quería que estuviese todo mi tiempo con ella jugando. Y era raro, prácticamente jugaba sola, yo solo la acompañaba. Un día estaba muy cansado y le dije que debía irme temprano: “¿Qué ocurre? ¿Te aburres conmigo? Bueno, mañana haremos algo nuevo”. No le presté atención y me fui. Al siguiente día no pude ir, pero me enteré que los padres adoptivos se habían ido por un buen tiempo del pueblo. Le habían pagado a la sirvienta para que se quedara el tiempo necesario, según ella misma me contaba: “Me dijeron que una vez por semana iba a recibir mi paga, pero no sabían por cuánto estarían de viaje. Espero que no demoren mucho, Diana es una niña muy complicada”. Me extrañaba, yo nunca la había visto hacer nada raro: “Yo debo vivir prácticamente acá… si salgo de la casa, aunque sea un minuto, Diana puede destrozar la casa. Múltiples veces ha intentado incendiar la casa. A veces, durante la noche, se levanta dormida y agarra cualquier objeto para atacar a sus padres adoptivos… susurra “quiero que jueguen conmigo”. Sí, es una sonámbula peligrosa”. Después de eso me espanté un poco. No fui a esa casa por unas cuantas semanas, hasta que un día, saliendo del colegio, me esperaba Diana: “¿Ya no quieres jugar conmigo?”. Me espanté inmediatamente. No sabía qué hacer, así que la seguí hasta su casa. “¿Algo malo te dijo la sirvienta? Esa infeliz…”, la interrumpí antes de que terminara su frase. Apuré el paso para desocuparme rápido. Al día siguiente fui de nuevo, pero la sirvienta no me habló. Me hizo pasar rápidamente y se fue casi corriendo a la cocina. “¡Hey! Vamos a jugar, deja de fijarte en esa idiota”. Cada vez me sentía más extraño con Diana. “Sabes… todas las mañanas me dejan salir una hora. Nadie sabe qué hago o a dónde voy. Esa hora la uso para jugar con mi familia y mi otro amigo en una cabaña que está afuera del pueblo”, me decía mientras peinaba a una de sus muñecas. Lo siguiente hizo que mi corazón se acelerara: “Yo creo que mañana tendré listo un nuevo amigo. Tienes que venir sí o sí. Iremos cuando salgas del colegio”. No solo la frase me preocupó, sino que después, cuando iba saliendo, me encontré una carta a la entrada de la casa. La tomé y se la iba a pasar a la sirvienta, pero me miró con una cara de miedo total. Me la quedé y me fui. Cuando llegué a mi casa entré a mi cuarto y la abrí… era una carta de los padres adoptivos de Diana hacia la sirvienta: “Doña Susy, no podemos soportar más esta vida. Adoptar a Diana fue el peor error que cometimos. No nos podemos librar de ella, es… es un demonio. Cuando estamos lejos sentimos la presencia de ella como si nos estuviese espiando. No podemos vivir así. Sea buena con ella y no le pasará nada. Su pago se hará efectivo cada semana que esté allá. Nos despedimos de usted y de nuestra vida. Adiós”. Cada palabra que leía era peor. Sentía cómo me tiritaban las manos y la carta se movía. En ese momento fui un idiota y no hice nada. La sirvienta me había dado la carta por algo, era una señal. Quería que la ayudara pero no supe cómo actuar… ¡Tenía solo catorce años! Después de eso obviamente no quise ir al día siguiente. Empecé a sentirme perseguido. Cada vez que salía del colegio caminaba lo más rápido posible hasta mi casa, mirando hacia todos lados por si estaba Diana. Un día… un maldito día cuando llegué a mi casa, mi madre me recibe felizmente: “Hijo, la pequeña Diana te está esperando. Le serví una taza de leche por mientras. Es un amor esa niña, nunca la había visto así”. En mi mente automáticamente pensé “¡¿QUÉ?!”. Entré y la saludé: “Te vine a buscar para que vayamos a jugar a mi casa. Tengo todo listo”. No sabía qué hacer. Tenía miedo. Pensé que si la delataba haría alguna locura, así que la acompañé. Durante el camino la miré de reojo a cada momento. Me sentía muy inseguro. “Susy ha jugado mucho conmigo desde el día en que te fuiste”. No supe cómo reaccionar a esa frase. No sabía si era algo malo o bueno. Cuando llegamos, me hizo pasar a la sala de juegos. Antes de entrar había una cortina que antes no estaba: “¡Quédate allí! Es una sorpresa”. Sentía un olor extraño… un mal olor. Cada segundo que pasaba me desesperaba más, pero el punto de inflexión fue al escuchar que habían cerrado con llave la puerta. Me volteé para ver qué pasaba y no había nadie. Corrí a la puerta y forcejeé, pero no abría. En ese momento sentí un golpe y perdí el conocimiento. Al despertar estaba sentado, amarrado a una silla. Estaba tan bien atado que no podía moverme mucho. La escena era… terrorífica: Habían sillas ordenadas en una especie de círculo, y yo en medio. Pero, lo que había sentado en esas sillas me hizo gritar de inmediato por auxilio: Estaban los cuerpos de sus padres, el de un niño y el de la sirvienta. Los había peinado, vestido y pintado como si fuesen muñecos. Tenían el abdomen abierto, y se podía ver que tenían relleno de muñeco en el interior. “Veo que despertaste Sergio… te presento a mis padres. Todos pensaban que habían muerto, pero no. Yo incendié la casa para poder hacer esto. Ahora puedo jugar con mis padres, antes ni siquiera los veía por lo ocupado que estaban. ¡Ah! Te presento a Santiago, es un amigo que tuve que traerlo a la fuerza, pero nos llevamos muy bien. Y bueno, no creo que tenga que presentarte a Susy… ¡Ahora sí juega conmigo!”. Casi de inmediato comencé a llorar por la desesperación: “¡No me hagas nada por favor!... ¡AUXILIO! ¡AYUDA!”. Después de gritar Diana me enterró dos veces un cuchillo en mi brazo izquierdo: “Nadie te podrá escuchar, esta sala está aísla el ruido. Se lo pedí a mis padres adoptivos antes de que escaparan”. Después de eso se puso a cantar y a mover los cadáveres, los cuales expelían un olor terrible. “¿Por qué haces todo esto? ¿Por qué?”, le decía entre sollozos. “Yo solo quería jugar contigo, pero tú me abandonaste igual que estos idiotas. Ahora puedo divertirme con ellos… y pronto lo haré contigo”. Cuando dijo esto sentía que el corazón se me salía del pecho. Me intentaba mover para que las cuerdas se soltaran, pero no me resultaba. El brazo izquierdo cada vez me dolía más. Tenía un pequeño charco de sangre a mis pies. Diana seguía jugando como si nada. Yo prefería mantener los ojos cerrados, la escena era inimaginable. La impotencia que sentía era tan grande que volví a gritar como loco: “Te dije que te callaras, imbécil. Tendré que transformarte en mi muñeco, iré por relleno”, acompañó esa frase con múltiples apuñaladas a mi brazo herido. Temía por mi vida, sabía que era cuestión de segundos antes de que esta enferma me asesinara. Oía su cantar muy lejano, así que desesperado busqué lo que fuese para poder zafarme, pero no había nada. El brazo izquierdo ya se empezaba a adormecer, estaba perdiendo demasiada sangre. Sentía como los segundos pasaban y no podía hacer nada. En un momento de forcejeo pude soltarme las piernas, pero aun así nada podía hacer más que moverme muy incómodamente. Diana en cualquier momento llegaría. Había un borde en el cual empecé a frotar para que se cortara la cuerda. Me movía para arriba y abajo lo más rápido y fuerte posible para que rompiera la condenada cuerda, pero no funcionaba. Insistí tanto que me había cansado, el brazo seguía botando sangre y la desesperación ya me llevaba al límite. En un momento escuché a Diana acercarse. No sabía qué hacer y me quedé en el lugar, casi en shock. Cuando llegó traía un cuchillo más grande y afilado, junto con una bolsa llena de relleno. “¿Qué estás haciendo?”, sin pensarlo empecé a correr para embestirla. No sé cómo pero pude hacerlo y aun tenía la maldita silla en mi espalda. Cayó de inmediato y comenzó a gritar: “¡Ven aquí Sergio! Tienes que quedarte a jugar conmigo para siempre”. Empecé a embestir a la puerta lo más fuerte que pude, pero no abría. Diana se había parado y venía a atacarme. No sé cómo, quizás por la adrenalina y el saber que iba a morir, pero en la última embestida salí expulsado hacia afuera de la casa. Ella se quedó en la entrada y me advirtió: “No importa a donde vayas. Te encontraré y haré que juegues conmigo por siempre”. Corrí lo más rápido que pude, como nunca antes lo había hecho. Se me cruzó una persona y me preguntó qué me había ocurrido. Le conté todo y me llevó al hospital del pueblo. Cortaron las cuerdas y pude sacarme la silla de la espalda. Mi brazo lamentablemente había perdido mucha sangre y las puñaladas eran muy graves, así que me amputaron el brazo. Ya han pasado más de 50 años y sigo con temor. Nadie pudo encontrar a Diana, pero sí recuperaron los cuerpos. Según las autoridades jamás habían visto algo así. El miedo me invade aun porque, cada tantos años, recibo una carta en mi domicilio… lugar que cambio constantemente por lo mismo. La carta siempre dice lo mismo, ya no lo soporto más: “Sergio… Quiero jugar contigo”. " - Escrito por Vex (El Antro Bizarro)